Alemania

Bruckner 200

Anton Bruckner, concierto de cámara en la Filarmónica de Essen

Juan Carlos Tellechea
jueves, 18 de abril de 2024
Philharmonie Essen © 2024 by Bernadette Grimmenstein/TUP Philharmonie Essen © 2024 by Bernadette Grimmenstein/TUP
Essen, domingo, 7 de abril de 2024. Sala de conciertos de cámara de la Filarmónica de Essen (RWE Pavillon). Ciclo ''Kammerkonzert VII''. Anton Bruckner, Quinteto de cuerda en fa mayor WAB 112, Sinfonía nº 7 en si bemol mayor WAB 107 (selección transcripta por Hanns Eisler para conjunto de cámara) III. Scherzo – I. Allegro moderato. Conjunto de música de cámara de la Filarmónica de Essen (clarinete, Tristan von den Griesch; trompa, Clara Kalmik; violines, Florian Geldsetzer y Mira Nauer; violas, Martin Vollmer, Kathrin Guerra González; violonchelo Almuth Hett; contrabajo, Michael Giesen; timbal, Levin Cürlis; armonio, Alessandro Mendozza; piano Juriko Akimoto, Robert Disselmeyer). 100% del aforo.
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La conmemoración en 2024 del bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner está llamada a rescatar del olvido algunas de las obras menos tocadas de este gran compositor austríaco, conocido por sus extensas e impresionantes sinfonías. En una matiné este domingo, el conjunto de cámara de la Filarmónica de Essen interpretó el singular Quinteto de cuerda en fa mayor WAB 112, que consta de cuatro movimientos (I. Gemäßigt; II. Scherzo. Schnell. Trio. Langsamer; III. Adagio; IV. Finale. Lebhaft bewegt) y que transmite repetidamente la ilusión de una sinfonía adelgazada, por decirlo de alguna forma.

La misma composición, escrita por Bruckner en Viena entre 1878 y 1879 (o sea entre la Quinta y la Sexta sinfonías), será incluida en los próximos meses en sendos recitales de las orquestas de París y de Salzburgo, así como de la Filarmónica de Múnich, entre otras, para contribuir a los festejos por todo lo alto de este aniversario.

La belleza sonora, tan homogéna como apasionada, de este grupo de instrumentistas de la Filarmónica de Essen (violines Florian Geldsetzer y Mira Nauer; viola Martin Vollmer y Kathrin Guerra González; violonchelo Almuth Hett), y la extraordinaria afinidad musical que lo caracteriza, impresionó sobremanera al público que colmaba la sala.

Como una sinfonía

Bruckner, también admirado como compositor de música sacra y organista, se interesó muy poco en su fase madura por la música de cámara. Este difícil Quinteto, de una modernidad sin concesiones, sería la única excepción y uno de los momentos culminantes del género en el Romanticismo, convirtiéndose en la obra maestra más conocida en vida de este creador musical.

En aquel 1878, tras el enorme esfuerzo de la Quinta Sinfonía y la revisión simultánea de casi todas sus otras obras mayores, el innovador Bruckner reagruparía sus recursos, emprendiendo nuevas obras a una escala deliberadamente menor, en las que su ingenio estilístico pudiera seguir desarrollándose en dimensiones más íntimas y controlables.

La hercúlea tarea de interpretar este Quinteto WAB 112 fue acometida por el conjunto de cámara de la Filarmónica de Essen en un acto de absoluta diafanidad, lo que dejó de forma extramadamente clara su complicada estructura. La pieza no despierta en absoluto la impresion de estar ante algo académico. Más bien permite apreciar de manera conmovedoramente perceptible la honda emotividad de esta obra maestra de Bruckner.

Dos movimientos

Tras el intervalo, la segunda parte de esta matiné fue dedicada a la ejecución de dos movimientos (III. Scherzo, y I. Allegro moderato, por este orden) de la popular Sinfonía nº 7 en si bemol mayor (WAB 107) de Bruckner, en la transcripción de Hanns Eisler para conjunto de cámara.

El conjunto de la Filarmónica de Essen fue ampliado para quedar integrado con el clarinetista Tristan von den Griesch, la trompista Clara Kalmik, los violinistas Florian Geldsetzer y Mira Nauer, el violista Martin Vollmer, la violonchelista Almuth Hett, el contrabajista Michael Giesen, el timbalista Levin Cürlis, el armonista Alessandro Mendozza, y los pianistas Juriko Akimoto y Robert Disselmeyer.

El grupo decidió tocar en primer término el famoso Scherzo, porque en este caso particular el Allegro moderato se presta mejor para tocarlo al final, explicaba el primer violinista, Florian Geldsetzer, en una breve introducción ante el público.

La interpretación fue excelente, decididamente muy vívida en la primera parte, con una precisa intervención del piano, y una cierta austeridad más marcada al comienzo de la segunda parte (ensoñadora, como un cuento de hadas) hasta alcanzar el clímax final, en una extraordinaria labor, del clarinete y de las cuerdas, especialmente de la viola y el violonchelo.

Historia

En 1921, Arnold Schönberg quería que su Asociación de Espectáculos Musicales Privados (Verein für musikalische Privatauffühurungen) interpretara esta Séptima Sinfonía de Bruckner. Para ello encargó a sus alumnos Hanns Eisler, Erwin Stein y Karl Rankl que crearan una versión para conjunto de cámara.

En aquellos tiempos, la era de la reproductibilidad técnica de una obra musical todavía no había llegado del todo al gran público. De ahí que Schönberg y sus colegas quisieran acercarla a más gente, algo que la radio y los discos gramofónicos harían pronto hasta alcanzar un auditorio muchísimo más amplio y globalizado.

El objetivo de la Asociación era interpretar obras del presente y del pasado inmediato en ejecuciones modélicas para "proporcionar a los artistas y a los amantes del arte un conocimiento real y exacto de la música moderna".

Gran reputación de Bruckner

Hay que decir, sin embargo, que esta sinfonía, la más erótica y tensa, la más "wagneriana" del Bruckner buscador de Dios, solo se aviene a regañadientes a este experimento. Quizá el propio compositor habría dicho que sería necesario escucharla en su contexto. De todas formas, la elección de la obra atestigua la gran reputación de Bruckner entre los representantes de la Segunda Escuela de Viena, en torno a Schönberg, el temido neotonalista de su época.

Las vanguardias siempre han estado irremediablemente atrapadas entre convicciones estéticamente radicales y limitaciones financieras. La Segunda Escuela de Viena no fue una excepción en tal sentido. Por último, la entidad privada tuvo que disolverse en diciembre de 1921, tras tres años de existencia, por falta de fondos.

El arreglo de la Sinfonía nº 7 de Anton Bruckner para conjunto de cámara, que produce los resultados más ridículamente dispares con esta formación, dejó de interpretarse y desapareció en un cajón hasta que fue redescubierto en 1994.

Grandes esfuerzos

Eisler, quien junto con Alban Berg y Anton Webern, fue uno de los alumnos más conocidos de Schönberg, hizo desesperados esfuerzos para orquestar o reducir la música de esta gran obra. A veces el piano, por momentos también el armonio, simulan ser grupos enteros de instrumentos. Pero la presente ejecución, en definitiva, fue fascinante y a los espectadores les permitió descubrir una exótica variación de la Séptima Sinfonía de Bruckner muy poco tocada hoy en día. Efusivas ovaciones del público, puesto espontáneamente de pie, cerraron este extraordinario concierto.

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