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Bruckner 200

El Festival de Úbeda homenajea a Bruckner

José Amador Morales
miércoles, 26 de junio de 2024
Úbeda, sábado, 15 de junio de 2024. Patio del Hospital de Santiago. Wolfgang Amadeus Mozart: Sinfonía nº36 “Linz” en Do Mayor, K.425 Anton Bruckner: Sinfonía nº 7 en Mi Mayor,. WAB107. Orquesta Sinfónica de RTVE. Christoph Eschenbach, director. Festival de Música de Úbeda 2024
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La Orquesta Sinfónica de la Radio y Televisión Española lleva varios años colaborando estrechamente con el Festival de Música de Úbeda ofreciendo conciertos que han supuesto puntales importantes en las últimas ediciones del mismo. En esta ocasión, y con motivo del bicentenario del nacimiento de Anton Bruckner, la Orquesta Sinfónica de RTVE ha llevado a los atriles una de sus obras más populares y hermosas, como lo es su Sinfonía nº7 y para ello ha invitado a un director de altura como lo es Christoph Eschenbach.

El concierto tuvo lugar en el bello pero un tanto apretado Patio del Hospital de Santiago, cuya mitad estaba ocupada por la tarima que ocupaba la orquesta y el resto por apenas trescientas privilegiadas almas que tuvieron la suerte de presenciarlo, ya que las entradas se agotaron rápidamente. 

La primera parte estuvo dedicada a la Sinfonía nº36 “Linz” de Mozart que devino en una excelente puesta a punto de la sinfonía de Bruckner a la que precedía. La Sinfonía Linz es indudablemente una obra maestra que refleja la genialidad y versatilidad del compositor de Salzburgo, que compuso en tan solo cuatro días durante una visita a la ciudad de Linz en octubre de 1783 y que muestra una importante evolución en el estilo mozartiano. En ella Mozart transita hacia la madurez de su última etapa compositiva ofreciendo una mayor complejidad formal, una orquestación progresivamente nutrida y brillante y elementos novedosos como el carácter siciliano del movimiento lento. 

Gran parte de ello puso de manifiesto la pulcra versión de Eschenbach con una majestuosa apertura de esta “primera de las grandes sinfonías” de Mozart, que desarrolló, no sin acierto, con inflexiones más románticas. La orquesta capturó a la perfección el suave tono siciliano del segundo movimiento, contrastando sus delicados suspiros con la textura más aguda del violonchelo y, en el carácter más oscuro de su sección central, del fagot. Destacaron las impecables aportaciones de oboe y fagot en el lírico trío antes de un final emocionante donde el tema principal bascula entre el viento y las cuerdas.

A la vuelta del descanso nos esperaba una preciosa lectura de la Sinfonía nº7 de Anton Bruckner. Una obra monumental que captura la esencia del romanticismo tardío con su majestuosa arquitectura sonora y profunda emotividad. Estrenada en 1884, antes incluso que otras obras precedentes de su creador, y aclamada tanto por su riqueza temática como por la complejidad de su estructura, su interpretación presenta siempre un desafío para cualquier director y orquesta. 

La versión de Christoph Eschenbach logró un delicado equilibrio entre el poderío de la expresión bruckneriana y la sutileza de la manera en que presentó su maravillosa riqueza temática. El primer movimiento, con un tempo algo más pesante de lo que cabría esperarse con la indicación de 'Allegro moderato' por parte del compositor, dio lugar aquí a una interpretación hermosa y muy bien ejecutada por la orquesta, aunque alargando demasiado la versión global de la sinfonía. 

Por otra parte, el 'Adagio' alcanzó una profunda y trágica nobleza, con un segundo tema particularmente bello, todo un liebeslied que Eschenbach cinceló de manera excelente, con un sabio control de las distintas texturas sonoras así como los crescendi en los clímax del tema principal; los platillos resultaron convenientemente estentóreos pero de gran impacto dramático. La sonoridad tan oscura como expresiva de las tubas wagnerianas tuvo un efecto soberbio en su solemne trenodia tras el clímax, culminando en la desoladora frase expuesta de las trompas. 

El 'Scherzo' mostró su atinado espíritu dancístico y humorístico, con atractivos pasajes de las maderas entretejidas con las figuras rítmicas de las cuerdas; el trío ofreció un remanso reconfortante en su deleite pastoral. En el final, el tema principal, de nuevo en un tempo pausado pero necesario para el desmenuzamiento de sus riquezas, fue interpretado con una intensidad creciente que culminó en un final apoteósico. 

Eschenbach mostró aquí otra de sus grandes virtudes, esto es, una claridad formal absoluta, con una estructura presentada de forma tan trasparente como diáfana, en lo que fue toda una exhibición de habilidad técnica y sensibilidad artística. La orquesta, bajo una dirección indudablemente inspirada, sumó a este homenaje bruckneriano, honrando la grandeza de la obra y conmoviendo profundamente al público presente.

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