Reino Unido

El Tristan de Glyndebourne o la vejez del modernismo

Agustín Blanco Bazán
miércoles, 4 de septiembre de 2024
Lehnhoff / Dooner, Tristan e Isolda © 2024 by ASH / Glyndebourne Productions Ltd Lehnhoff / Dooner, Tristan e Isolda © 2024 by ASH / Glyndebourne Productions Ltd
Glyndebourne, domingo, 25 de agosto de 2024. Glyndebourne. Tristán e Isolda, acción en tres actos con libreto y música de Richard Wagner. Director de escena original de 2003: Nikolaus Lehnhoff. Director de la reposición de 2024: Daniel Dooner. Escenografía: Roland Aeschlimann. Iluminación: Robin Carter. Reparto: Stuart Skelton (Tristan), Miina-Liisa Värela (Isolda). Tanja Ariane Baumgartner (Brangania), Shenyang (Kurnewal), Franz-Joseph Selig (Marke), Samuel Sakker (Melot), John Mackenzie-Lavansch (Timonel), y Caspar Sing (joven marinero/pastor). Coro de Glyndebourne y Orquesta Filarmónica de Londres bajo la dirección de Robin Ticciati.
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“¿Wagner, aquí? Sólo si ponemos a los espectadores en el escenario y la puesta en la sala…” Así aniquiló Fritz Busch, el fundador artístico del Festival de Glyndebourne, la propuesta del magnate John Christie de inaugurar, en 1934, la pequeña sala contigua a su casa de campo con Maestros Cantores. Sólo en el 2003, y en la nueva sala pudo su hijo cumplir este sueño wagneriano con el Tristán e Isolda escenificado por Nikolaus Lehnhoff que ha vuelto a reponerse este año.

El trabajo de Lehnhoff se enrola en la concepción artística de Wieland y Wolfgang Wagner para el Bayreuth de postguerra, que propone un cuadro escénico abstracto y de iluminación cambiante más una regie de personas severamente estática, literalmente apodada como “estatuaria.” Con ello se pretendía no sólo ahorrar dinero en decorados sino, fundamentalmente, combatir cualquier vestigio del 'Bayreuth Nazi' con una estética modernista empecinada en disociarse de un pasado tradicional que había que repudiar a rajatabla.

Pero ocurre que ya en el 2003, esta estética había naufragado en el todo-vale de un postmodernismo sin prescripciones dogmáticas o limitaciones experimentales. Es así que, en comparación con las revoluciones escénicas que ya habían introducido en Bayreuth Chereau y Kupfer para El Holandés Errante y el Anillo del Nibelungo, este trabajo de Lehnhoff nació viejo, aún cuando efectivo gracias a la sal con que él y otros discípulos de los nietos de Wagner sazonaban el principio estatuario: los personajes se movían poco, pero era precisamente esta escasez motriz la que permitía apreciar mejor ocasionales gesticulaciones, tan intensas como el fraseo vocal o el comentario musical: miradas y brazos o manos hieráticamente sincronizados con la partitura y el libreto podían hacernos temblar como explosión del huracán psicológico que fatalmente termina agotando a cualquier personaje wagneriano. 

‘Tristán e Isolda’ de Wagner. Dirección musical, Robin Ticciati. Dirección escénica, Lehnhoff y Dooner. Festival de Glyndebourne 2024. © 2024 by Glyndebourne Productions Ltd. Photography by ASH.‘Tristán e Isolda’ de Wagner. Dirección musical, Robin Ticciati. Dirección escénica, Lehnhoff y Dooner. Festival de Glyndebourne 2024. © 2024 by Glyndebourne Productions Ltd. Photography by ASH.

Porque en Wagner, literalmente, “la procesión va por dentro.” Y esto vale más que nunca, para Tristán e Isolda, una obra que el compositor ha bautizado simplemente como Handlung, ésto es, “Acción.” Así no más: a secas. En esta acción no ocurre casi nada exteriormente, porque todo se agita a través de la contenida neurosis de los personajes. Sólo al final logra Isolda abandonarse a un amor transfigurado en un mar de entrega y aceptación.

Es un mar que en las grandes interpretaciones logra envolver también al espectador, algo que no ocurrió en esta reposición. En ella los personajes se movieron como estatuas sin alma, con gestos que salieron más como mímica en respuesta a instrucciones del regisseur repositor y no como fruto de la interiorización de cada personaje. Es así que los cantantes trabajaron correctamente, pero sin mayor entusiasmo y en general algo perdidos en medio de una escena que ignoró un precepto fundamental: son precisamente las puestas abstractas las que requieren mayor cuidado para desarrollar un movimiento escénico que permita comprender de donde vienen y a donde van los personajes antes y después de su paso por la escena. Si ello no ocurre, se pierde contacto con un desarrollo dramático de tiempo y lugar que dé sentido a la abstracción. En este caso las entradas y salidas salieron tan antojadizas como si aparecieran y se esfumaran por casualidad.

‘Tristán e Isolda’ de Wagner. Dirección musical, Robin Ticciati. Dirección escénica, Lehnhoff y Dooner. Festival de Glyndebourne 2024. © 2024 by Glyndebourne Productions Ltd. Photography by ASH.‘Tristán e Isolda’ de Wagner. Dirección musical, Robin Ticciati. Dirección escénica, Lehnhoff y Dooner. Festival de Glyndebourne 2024. © 2024 by Glyndebourne Productions Ltd. Photography by ASH.

Y el marco escénico único de Roland Aeschimann, un cilindro de escalones movibles que progresan en forma concéntrica hacia el fondo de la escena no hizo sino empeorar las cosas, porque Stuart Skelton y Miina-Liisa Värela tuvieron visibles dificultades para negociar los desniveles escénicos con sus masivas presencias físicas. Ambos cantaron excepcionalmente bien, él con sólido timbre de Heldentenor y ella con emisión redonda y cristalina; pero traicionaron una reticencia no solo perceptible en la falta de erotismo recíproco (cuando ocasionalmente se abrazaban parecía como si estuvieran obligados a hacerlo) sino también un fraseo que, aunque correcto, careció de las aristas necesarias para punzar su significado a través de la masa orquestal.

Sin aristas también dirigió Robin Ticciati, un director de orquesta talentoso pero aún poco experimentado en Wagner, que interpretó “de corrido” y corriendo, sin esos sforzando, pausas, o diferenciación cromática requeridos para dar vida a esta partitura. Por ejemplo, el apoyo instrumental a la ira de Isolda o la tensa anticipación de la entrada de Tristán antes de beber el filtro en el primer acto deben ser expuestos sin apuro y con intensidad para lograr un adecuado contraste con las explosiones sinfónico vocales que estas tensiones desata. Por ejemplo, ¿cómo producir el exuberante vértigo de un dúo único por su glorificación de la noche y el amor sin detenerse en la dialéctica que tan prolijamente desarrollan los amantes para programar su deseo de muerte?

‘Tristán e Isolda’ de Wagner. Dirección musical, Robin Ticciati. Dirección escénica, Lehnhoff y Dooner. Festival de Glyndebourne 2024. © 2024 by Glyndebourne Productions Ltd. Photography by ASH.‘Tristán e Isolda’ de Wagner. Dirección musical, Robin Ticciati. Dirección escénica, Lehnhoff y Dooner. Festival de Glyndebourne 2024. © 2024 by Glyndebourne Productions Ltd. Photography by ASH.

Mejor guió Ticciati a la excelente Filarmónica de Londres en el frenesí de Tristán en el tercer acto, pero en ello incidieron los esfuerzos del mejor de todos, Shenyang, que logró proyectar un Kurnewal convincente con sólida voz y presencia física. Tanja Ariane Baumgartner logró cantar bien su Brangania mientras transitaba con preocupación las escaleras circulares y Franz Joseph Selig, cantó su Marke con similar corrección, pero decididamente como estatua, un poco como si fuera el Comendador de Don Giovanni.

Enseguida de la cortina final de esta ultima función del festival de 2024, Gus Christie, tercero en esta empresa exclusivamente familiar, encomió la dicha de haber vendido un 98% de su capacidad de aforo en esta nonagésima reedición de un Festival que se extiende sin subsidio público durante quince semanas. El sueño del abuelo de presentar Maestros Cantores pudo concretarse en el 2011 y el año próximo Glyndebourne llevará a escena su primer Parsifal. 

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