El conjunto sigue siendo fascinante, revelador, impresionante.Una grandísima producción de 'Pelléas et Mélisande' que merecía la pena ser rescatada

La tragedia de Cio-Cio-San no es una ópera para hacer a medio gas, y por desgracia hubo bastantes cosas a medio gas en la función

Las 'Eight songs for a mad king’ de Maxwell Davies resultan magníficas en esa reconstrucción de la sonoridad de la mente de un rey loco.La intervención de Kränzle es prodigiosa.No es solo que haga vocalmente todas las cosas que hace, es que su entrega como actor es brutal, realmente vemos a Jorge III perdido en su mente enloquecida

La experiencia fue larga: Tcherniakov nos presenta dos óperas en vez de una, con un entreacto de hora y media que los restaurantes de los alrededores agradecieron sin duda.La duración total del espectáculo, con pausa incluida, se fue a más de cinco horas

Raphaël Pichon y Claus Guth se han lanzado a un proyecto de reactualización, que no de reconstrucción, ya que tal cosa hubiera sido imposible.Han intentado revivir el espíritu de 'Samson' de Rameau y Voltaire más que su literalidad, creando una dramaturgia nueva que recrea la historia bíblica

'Die Dreigroschenoper' no es una ópera al uso, y tiene clarísimas influencias del jazz y del cabaret, pero algunos elementos, como el lanzamiento de tartas y los bailecitos son un tanto superfluos.Es evidente que el público, eminentemente francófono, se lo pasa de maravilla, y no tengo nada en contra, pero el problema es que después cuesta romper esa atmósfera de 'slapstick' cuando llega el momento

Presenciar 'Picture a day like this', representada en el encantador y diminuto Théâtre du Jeu de Paume, es casi como mirar una de esas esferas que contienen un paisaje sumergido que se agitan para producir el efecto de nieve, algo aislado, una burbuja de tiempo y espacio en la que se desarrolla la fábula

En un tiempo como el nuestro, en el que lo inconcebible es cada vez más real, en que derechos y debates que (pobres de nosotros) creíamos superados están copando el ambiente, que empiezan a censurar obras culturales, que amenazan con llevarnos de cabeza al blanco y sepia oscuro de los años más nefastos de nuestra historia reciente, una obra como 'The Faggots', que en muchos lugares de España ya sería impensable representar, es un pequeño oasis de esperanza.

La voz de Grigorian es apabullante.El timbre, en un primer momento, parece casi de mezzo por lo ancho y carnoso del centro, pero sube al agudo con una facilidad pasmosa.Un agudo restallante en el forte, y delicadísimo en el piano.

La Orquesta Sinfónica de Londres en manos de Sir Simon Rattle era un ser vivo, casi un personaje más, inquieta e inquietante.La partitura está plagada de pequeñas intervenciones cuasi solistas, y todas sonaban perfectamente engarzadas en ese gran tapiz que Rattle tejía pasando de lo puramente insinuante, a representar en sonido la horrible cacofonía que suena en la mente de Wozzeck, para mostrar a continuación la más pura delicadeza cuando aparecía el hijo de los dos protagonistas